En plena guerra fría, esta final desencadenó una insólita batalla política entre las dos grandes potencias por reafirmar su soberanía. Para los soviéticos, el ajedrez siempre fue un coto vedado y un instrumento esencial de propaganda, en el que estaban implicados el KGB, el comité de deportes y todo el aparato político. Desde 1920, se enseña a jugar en las escuelas y su sistema de aprendizaje es único en el mundo.
Para mantener su hegemonía, los soviéticos estaban dispuestos a cualquier cosa, incluso a contratar a excéntricos jugadores, difícilmente controlables e incluso no comunistas. Este era el caso de Spassky, que se negó a escuchar las órdenes de sus superiores durante su encuentro con Bobby Fischer.
"La guerra del ajedrez" (3 de 6)
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