El pasado sábado estuve entreteniéndome viendo algunas partidas en directo de los torneos en litigio. Me acerqué hasta Suecia, concretamente a la Rilton Cup, y me paré un rato en Pia Cramling (2525)-Pontus Sjödahl (2420) por aquello de que estaban jugando un finalito y se encontraban en apuros de tiempo. La ventaja negra era patente, pero podía haber algún chiste que cambiara el desenlace del encuentro. Y ya se sabe, cuando huele a sangre...
Además me parecía que la tenacidad de la GM sueca estaba rayando en exceso, a pesar de que ambos jugaban con el incremento, y por eso tras la jugada 70 del negro (ahí comienza el visor) desenchufé su tablero. Cual fue mi sorpresa cuando, tras un garbeo por alguna que otra sala de juego, me pregunté cuánto habría aguantado Pia con su maltrecha posición. ¡¡Hostias, han llegado a la 90!!
Ni corto ni perezoso me puse a reproducir aquello que no había visto y me recordó unos cuantos episodios recientes de la historia del Runa. Lo que parecen tablas corridas no lo son hasta que se firman las planillas y, consecuentemente, lo mismo sirve para las partidas ganadas (o perdidas, según se mire). Si esto ocurre a nuestro nivel de aficionados, día si día también, la cosa no es diferente en el Olimpo profesional. Y si no que se lo pregunten a Anand.
Ni corto ni perezoso me puse a reproducir aquello que no había visto y me recordó unos cuantos episodios recientes de la historia del Runa. Lo que parecen tablas corridas no lo son hasta que se firman las planillas y, consecuentemente, lo mismo sirve para las partidas ganadas (o perdidas, según se mire). Si esto ocurre a nuestro nivel de aficionados, día si día también, la cosa no es diferente en el Olimpo profesional. Y si no que se lo pregunten a Anand.
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