“¡Pero cómo engancha!”, pensé. Tenía tantas similitudes con el billar
que me quedé ciertamente asombrado. Esa caprichosa silla, que puede ser
un cómodo sofá cuando el juego va como lo has planeado, se tornaba en
colchón de faquir al ser uno el asediado, el inseguro, el que ha
adelantado un peón antes de tiempo y lo ha dejado en manos de las
fieras. Similar a cuando has defendido mal en el billar y se le abre el
cielo al rival y tú reniegas, silente, de tu habilidad, inteligencia y
talento.
Artículo del runero César Martinicorena sobre el paralelismo que siempre ha encontrado entre el billar y el ajedrez. Publicado en el número de enero de 2017 de la revista Peón de Rey y que podéis degustar al completo pinchando aquí.